Autor García, Antonio
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Los comuneros / García, Antonio
Título : Los comuneros : Antecedentes de la revolución de independencia Tipo de documento: texto impreso Autores: García, Antonio, Autor Editorial: Ediciones desde Abajo Fecha de publicación: 2010 Número de páginas: 273 p. ISBN/ISSN/DL: 958-84541-4-X Idioma : Español (spa) Clasificación: 986.02 G12c Resumen:
Desde el punto de vista metodológico, este análisis podría caracterizarse por la presencia de dos elementos: el empleo de una forma abierta de ensayo crítico y la utilización de la dialéctica como un modo insustituible de conocimiento científico-social. En el siglo XIX, el ensayo sirvió para lograr la integración del saber filosófico en la interpretación de los problemas de una sociedad colombiana situada a medio camino entre el sistema de vida colonial y la insurgencia de las fuerzas protagónicas de una nueva economía y de un nuevo Estado republicano y democrático: éste constituyó el método de pensamiento de las inteligencias más representativas de la época, de José M. Samper, Manuel Murillo Toro, Sergio Arboleda a Manuel M. Madiedo y Rafael Núñez.
La tradición colombiana del ensayo fue restaurada desde finales del siglo XIX y principios del XX por medio de los notables aportes de Carlos Arturo Torres, Diego Mendoza Pérez y Baldomero Sanín Cano.Nota de contenido: Este no es un libro de historia —si a ésta se le define con un sentido formalista y convencional— sino un ensayo de reflexiones sobre la historia. Por su misma naturaleza, no apunta hacia el descubrimiento original de nuevos y desconocidos hechos relacionados con diversos aspectos de la insurrección de los comuneros o de los levantamientos populares del siglo XVIII, sino hacia otro objetivo: la interpretación coherente de hechos ya investigados y su inserción en el contexto histórico de su espacio y de su tiempo. La tarea emprendida es, entonces, más de integración y de valoración crítica de acontecimientos, procesos y circunstancias históricas, que de nuevas revelaciones acerca de los diversos protagonistas de la revolución y de la contrarrevolución. Se ha buscado precisar aquellos elementos que dan congruencia y sentido a la historia —en un período crítico de la sociedad colonial— y no centrar el análisis en un necio, inútil y renovado procesamiento judicial del Arzobispo Caballero y Góngora, de José Antonio Galán o de Juan Francisco Berbeo. En este propósito, lo que se ha considerado como verdaderamente fundamental es insertar la insurrección comunera dentro del contexto histórico de la crisis del sistema de dominación hispanocolonial y de los profundos cambios ocurridos en el ordenamiento capitalista del Caribe y en la confrontación mundial entre antiguos y nuevos imperios, así como de las transformaciones operadas en la organización económica, en la estructura social, en las formas de pensamiento o en las relaciones de poder al interior de la sociedad neogranadina. La insurrección comunera sirvió para definir no sólo el enorme potencial revolucionario del pueblo raso y las brechas del sistema de dominación hispanocolonial, sino la habilidad política de esa élite —o patriciado criollo— de las clases latifundistas y burguesas neogranadinas que estaban por entonces planteándose el problema del ejercicio autónomo del poder político y que —sin sumarse abiertamente a la actitud insurreccional— diseñaron la trama ideológica de las Capitulaciones. Semejante hecho implica un reconocimiento de que las clases sociales no funcionan como bloques de cemento armado y de que —en la historia de los conflictos sociales— es fundamental la diferenciación de las clases en capas y estratos, en élites perspicaces de vanguardia y en retaguardias pasivas, reaccionarias o conservadoras. Este enfoque conceptual permite comprender —en un momento crítico— tanto la conducta conformista de la aristocracia terrateniente en cuanto clase social con perfiles muy definidos, como la audacia política de esa élite aristócrata o burguesa que participó —en representación de los Cabildos de Tunja y Santa Fe— en la orientación ideológica de las Capitulaciones y en el final desvertebramiento de la insurrección. En última instancia, la diferencia esencial entre la insurrección de 1781 y la revolución de 1810, consistió en que en la primera el pueblo raso tomó la iniciativa y obtuvo el apoyo —desde luego condicionado— de la élite latifundista y burguesa; y en la segunda, fue la aristocracia latifundista y la burguesía de comerciantes criollos la que tomó la iniciativa del alzamiento revolucionario —a partir del escenario de los Cabildos— y sólo posteriormente obtuvo el apoyo y alistamiento del pueblo raso, al modificarse el esquema político de la Independencia y al transformarse la guerra del patriciado en una guerra popular. Los comuneros : Antecedentes de la revolución de independencia [texto impreso] / García, Antonio, Autor . - Ediciones desde Abajo, 2010 . - 273 p.
ISBN : 958-84541-4-X
Idioma : Español (spa)
Clasificación: 986.02 G12c Resumen:
Desde el punto de vista metodológico, este análisis podría caracterizarse por la presencia de dos elementos: el empleo de una forma abierta de ensayo crítico y la utilización de la dialéctica como un modo insustituible de conocimiento científico-social. En el siglo XIX, el ensayo sirvió para lograr la integración del saber filosófico en la interpretación de los problemas de una sociedad colombiana situada a medio camino entre el sistema de vida colonial y la insurgencia de las fuerzas protagónicas de una nueva economía y de un nuevo Estado republicano y democrático: éste constituyó el método de pensamiento de las inteligencias más representativas de la época, de José M. Samper, Manuel Murillo Toro, Sergio Arboleda a Manuel M. Madiedo y Rafael Núñez.
La tradición colombiana del ensayo fue restaurada desde finales del siglo XIX y principios del XX por medio de los notables aportes de Carlos Arturo Torres, Diego Mendoza Pérez y Baldomero Sanín Cano.Nota de contenido: Este no es un libro de historia —si a ésta se le define con un sentido formalista y convencional— sino un ensayo de reflexiones sobre la historia. Por su misma naturaleza, no apunta hacia el descubrimiento original de nuevos y desconocidos hechos relacionados con diversos aspectos de la insurrección de los comuneros o de los levantamientos populares del siglo XVIII, sino hacia otro objetivo: la interpretación coherente de hechos ya investigados y su inserción en el contexto histórico de su espacio y de su tiempo. La tarea emprendida es, entonces, más de integración y de valoración crítica de acontecimientos, procesos y circunstancias históricas, que de nuevas revelaciones acerca de los diversos protagonistas de la revolución y de la contrarrevolución. Se ha buscado precisar aquellos elementos que dan congruencia y sentido a la historia —en un período crítico de la sociedad colonial— y no centrar el análisis en un necio, inútil y renovado procesamiento judicial del Arzobispo Caballero y Góngora, de José Antonio Galán o de Juan Francisco Berbeo. En este propósito, lo que se ha considerado como verdaderamente fundamental es insertar la insurrección comunera dentro del contexto histórico de la crisis del sistema de dominación hispanocolonial y de los profundos cambios ocurridos en el ordenamiento capitalista del Caribe y en la confrontación mundial entre antiguos y nuevos imperios, así como de las transformaciones operadas en la organización económica, en la estructura social, en las formas de pensamiento o en las relaciones de poder al interior de la sociedad neogranadina. La insurrección comunera sirvió para definir no sólo el enorme potencial revolucionario del pueblo raso y las brechas del sistema de dominación hispanocolonial, sino la habilidad política de esa élite —o patriciado criollo— de las clases latifundistas y burguesas neogranadinas que estaban por entonces planteándose el problema del ejercicio autónomo del poder político y que —sin sumarse abiertamente a la actitud insurreccional— diseñaron la trama ideológica de las Capitulaciones. Semejante hecho implica un reconocimiento de que las clases sociales no funcionan como bloques de cemento armado y de que —en la historia de los conflictos sociales— es fundamental la diferenciación de las clases en capas y estratos, en élites perspicaces de vanguardia y en retaguardias pasivas, reaccionarias o conservadoras. Este enfoque conceptual permite comprender —en un momento crítico— tanto la conducta conformista de la aristocracia terrateniente en cuanto clase social con perfiles muy definidos, como la audacia política de esa élite aristócrata o burguesa que participó —en representación de los Cabildos de Tunja y Santa Fe— en la orientación ideológica de las Capitulaciones y en el final desvertebramiento de la insurrección. En última instancia, la diferencia esencial entre la insurrección de 1781 y la revolución de 1810, consistió en que en la primera el pueblo raso tomó la iniciativa y obtuvo el apoyo —desde luego condicionado— de la élite latifundista y burguesa; y en la segunda, fue la aristocracia latifundista y la burguesía de comerciantes criollos la que tomó la iniciativa del alzamiento revolucionario —a partir del escenario de los Cabildos— y sólo posteriormente obtuvo el apoyo y alistamiento del pueblo raso, al modificarse el esquema político de la Independencia y al transformarse la guerra del patriciado en una guerra popular. Reserva
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